El traje nuevo del emperador

AUTOR: Hans Christian Andersen
DIRECTORA: Ana de Lima
VOCES: 
MÚSICA: 
SONIDO: 
PRODUCCIÓN: 

NARRADORA:  Hace muchos años, había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todo su dinero en vestir con la máxima elegancia. No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un atuendo distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: «Está en el Consejo», de nuestro hombre se decía: «El Emperador está en el probador». La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros. Un día, se presentaron dos timadores que se hacían pasar por sastres, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas.

SASTRE 1 y 2 No solamente los colores y los dibujos son hermosísimos, sino que las prendas que confeccionamos con ellas poseen la milagrosa virtud de ser invisibles a todos aquellos que por su maldad o estupidez no sean merecedores de su cargo.

EMPERADOR “¡Deben de ser trajes magníficos! Si los tuviese, podría descubrir qué personas de mi reino, en realidad, son indignos del cargo que desempeñan” Chambelán: que se pongan inmediatamente a tejer la tela de mi nuevo traje.

NARRA Y mandó pagarles a los dos pícaros un buen adelanto del dinero, para que pusieran manos a la obra cuanto antes. Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, hicieron que les trajeran las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron descaradamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche. El emperador, en la soledad de sus habitaciones paseaba nervioso de un lado para otro

EMPERADOR “Me gustaría saber si avanzan con la tela.”

NARRA Pero había una razón que lo retenía: aquel que fuera estúpido o inútil para su trabajo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para estar seguro de cómo andaban las cosas. Cada uno de los habitantes de la ciudad estaba informado de lo especial que era aquella tela, y todos estaban impacientes por ver si su vecino era estúpido o inútil.

EMPERADOR “Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los sastres. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien haga su trabajo como él.”

NARRA El viejo y digno ministro se presentó en la sala ocupada por los dos timadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos, y pensó al observar cómo trabajaban:

MINISTRO “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo ninguna tela en el telar!”

SASTRE 1 y 2 ¡Acérquese excelencia! ¿No encuentra magníficos el color y el dibujo de esta tela?

NARRA Los falsos sastres le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.

MINISTRO “¡Dios santo! ¿Seré estúpido, acaso?, porque no soy una mala persona, eso sí que lo sé. Pero si soy tonto nadie debe saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, por supuesto, no puedo decir que no he visto la tela.”

SASTRE 1 y 2 ¿Qué? ¿No dice Su Excelencia nada del tejido?

MINISTRO ¡Oh, precioso, maravilloso! ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.

SASTRE 1 y 2 Su Excelencia nos da una gran alegría.

NARRA Los sastres le describieron el raro dibujo y sus colores y el viejo tuvo buen cuidado de guardar las explicaciones en su memoria para poder repetírselas al Emperador.

MINISTRO Os lo aseguro Majestad, jamás he visto un tejido tan hermoso.

NARRA Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías. Poco después, el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo mismo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.

SASTRE 1 y 2 ¿Verdad que es una tela bonita? ¿No le gusta el maravilloso dibujo?

MINISTRO2 “Yo no soy tonto, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy molesto. Es preciso que nadie se dé cuenta.” ¡La tela es maravillosa! ¡Increíble! ¡Y qué soberbio dibujo, es digno de admiración!

NARRA Todos los habitantes de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos hombres enviados antes, se encaminó a la casa donde estaban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilos.

MINISTRO 1 ¿Verdad que es admirable?

MINISTRO2 Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos.

EMPERADOR “¡Cómo! ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿o malvado? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso.” ¡Oh, sí, es muy bonita! Me gusta, la apruebo.

NARRA Con un gesto de agrado, el emperador miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada. Todo su séquito miraba y remiraba, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador,

SÉQUITO- ¡oh, qué bonita! ¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!” ¡Qué delicado diseño, es digna de Nuestro Emperador! Majestad, deberíais lucirla en el desfile de la próxima semana ¡Qué gran idea, hacedlo Majestad! ¡Sí, sí! ¡Hacedlo Majestad! ¡Hacedlo, hacedlo!

NARRA – El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales. Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente creyese que trabajaban activamente en la confección del nuevo vestido del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra. Y, finalmente, hablaron.

SASTRE 1 y 2 ¡Por fin, el traje está listo!

NARRA Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, se lo ofrecieron.

SASTRE 1 y 2 Esto son los pantalones. Ahí está la chaqueta. Aquí tiene el manto. Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, pero precisamente esto es lo bueno de la tela.

MINISTRO/2 ¡Sí!

SASTRE 1 y 2 ¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?

NARRA Quitóse el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del traje nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y, cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.

MINISTRO ¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente!

MINISTRO2 ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!

CHAMBELÁN Mi señor, el palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle.

EMPERADOR Muy bien, estoy a punto. ¿Verdad que me sienta bien?

NARRA Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y, de este modo, echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, no cesaba de gritar.

GENTE ¡Qué bonito es el traje nuevo del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermosa es la tela! ¡Qué bien le sienta! ¿verdad? Maravilloso ¡Qué guapo va!

NARRA Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por inútil en su trabajo. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

GENTE Es una tela preciosa ¡Qué maravilla de diseño! ¡Qué elegante!

NIÑA ¡Pero si va desnudo!

MADRE ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia!

NARRA Todo el mundo fue repitiendo al oído del vecino lo que acababa de decir la pequeña.

GENTE ¡Va desnudo¡ ¡Es una niña la que dice que no lleva nada! ¡Pero si no lleva nada! ¡Es vedad, va desnudo!

NARRA Aquello inquietó al Emperador, pues se imaginaba que el pueblo tenía razón; pero pensó para sí.

EMPERADOR «Debo aguantar el tipo hasta el final».

NARRA Y se irguió aún con mayor arrogancia que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola… Y tralarín, tralarán, muchos más cuentos vendrán

NARRADORA:  Hace muchos años, había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todo su dinero en vestir con la máxima elegancia. No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un atuendo distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: «Está en el Consejo», de nuestro hombre se decía: «El Emperador está en el probador». La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros. Un día, se presentaron dos timadores que se hacían pasar por sastres, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas.

SASTRE 1 y 2 No solamente los colores y los dibujos son hermosísimos, sino que las prendas que confeccionamos con ellas poseen la milagrosa virtud de ser invisibles a todos aquellos que por su maldad o estupidez no sean merecedores de su cargo.

EMPERADOR “¡Deben de ser trajes magníficos! Si los tuviese, podría descubrir qué personas de mi reino, en realidad, son indignos del cargo que desempeñan” Chambelán: que se pongan inmediatamente a tejer la tela de mi nuevo traje.

NARRA Y mandó pagarles a los dos pícaros un buen adelanto del dinero, para que pusieran manos a la obra cuanto antes. Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, hicieron que les trajeran las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron descaradamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche. El emperador, en la soledad de sus habitaciones paseaba nervioso de un lado para otro

EMPERADOR “Me gustaría saber si avanzan con la tela.”

NARRA Pero había una razón que lo retenía: aquel que fuera estúpido o inútil para su trabajo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para estar seguro de cómo andaban las cosas. Cada uno de los habitantes de la ciudad estaba informado de lo especial que era aquella tela, y todos estaban impacientes por ver si su vecino era estúpido o inútil.

EMPERADOR “Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los sastres. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien haga su trabajo como él.”

NARRA El viejo y digno ministro se presentó en la sala ocupada por los dos timadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos, y pensó al observar cómo trabajaban:

MINISTRO “¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo ninguna tela en el telar!”

SASTRE 1 y 2 ¡Acérquese excelencia! ¿No encuentra magníficos el color y el dibujo de esta tela?

NARRA Los falsos sastres le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.

MINISTRO “¡Dios santo! ¿Seré estúpido, acaso?, porque no soy una mala persona, eso sí que lo sé. Pero si soy tonto nadie debe saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, por supuesto, no puedo decir que no he visto la tela.”

SASTRE 1 y 2 ¿Qué? ¿No dice Su Excelencia nada del tejido?

MINISTRO ¡Oh, precioso, maravilloso! ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.

SASTRE 1 y 2 Su Excelencia nos da una gran alegría.

NARRA Los sastres le describieron el raro dibujo y sus colores y el viejo tuvo buen cuidado de guardar las explicaciones en su memoria para poder repetírselas al Emperador.

MINISTRO Os lo aseguro Majestad, jamás he visto un tejido tan hermoso.

NARRA Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías. Poco después, el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo mismo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.

SASTRE 1 y 2 ¿Verdad que es una tela bonita? ¿No le gusta el maravilloso dibujo?

MINISTRO2 “Yo no soy tonto, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy molesto. Es preciso que nadie se dé cuenta.” ¡La tela es maravillosa! ¡Increíble! ¡Y qué soberbio dibujo, es digno de admiración!

NARRA Todos los habitantes de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos hombres enviados antes, se encaminó a la casa donde estaban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilos.

MINISTRO 1 ¿Verdad que es admirable?

MINISTRO2 Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos.

EMPERADOR “¡Cómo! ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿o malvado? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso.” ¡Oh, sí, es muy bonita! Me gusta, la apruebo.

NARRA Con un gesto de agrado, el emperador miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada. Todo su séquito miraba y remiraba, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador,

SÉQUITO- ¡oh, qué bonita! ¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!” ¡Qué delicado diseño, es digna de Nuestro Emperador! Majestad, deberíais lucirla en el desfile de la próxima semana ¡Qué gran idea, hacedlo Majestad! ¡Sí, sí! ¡Hacedlo Majestad! ¡Hacedlo, hacedlo!

NARRA – El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales. Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente creyese que trabajaban activamente en la confección del nuevo vestido del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra. Y, finalmente, hablaron.

SASTRE 1 y 2 ¡Por fin, el traje está listo!

NARRA Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, se lo ofrecieron.

SASTRE 1 y 2 Esto son los pantalones. Ahí está la chaqueta. Aquí tiene el manto. Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, pero precisamente esto es lo bueno de la tela.

MINISTRO/2 ¡Sí!

SASTRE 1 y 2 ¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?

NARRA Quitóse el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del traje nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y, cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.

MINISTRO ¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente!

MINISTRO2 ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!

CHAMBELÁN Mi señor, el palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle.

EMPERADOR Muy bien, estoy a punto. ¿Verdad que me sienta bien?

NARRA Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y, de este modo, echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, no cesaba de gritar.

GENTE ¡Qué bonito es el traje nuevo del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermosa es la tela! ¡Qué bien le sienta! ¿verdad? Maravilloso ¡Qué guapo va!

NARRA Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por inútil en su trabajo. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

GENTE Es una tela preciosa ¡Qué maravilla de diseño! ¡Qué elegante!

NIÑA ¡Pero si va desnudo!

MADRE ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia!

NARRA Todo el mundo fue repitiendo al oído del vecino lo que acababa de decir la pequeña.

GENTE ¡Va desnudo¡ ¡Es una niña la que dice que no lleva nada! ¡Pero si no lleva nada! ¡Es vedad, va desnudo!

NARRA Aquello inquietó al Emperador, pues se imaginaba que el pueblo tenía razón; pero pensó para sí.

EMPERADOR «Debo aguantar el tipo hasta el final».

NARRA Y se irguió aún con mayor arrogancia que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola… Y tralarín, tralarán, muchos más cuentos vendrán

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